El naufragio
El bolso azul, con su contenido vital, había desaparecido. El tren descarrilado, la laguna embravecida, y el barco se había partido en dos; cada evento era un eslabón más en una cadena de imprevistos. Vestido con un uniforme de cierta jerarquía, se encontraba atrapado en ese barco a la deriva, una isla flotante en un mar embravecido. La alarma resonaba, anunciando peligro, pero la sensación de urgencia era ajena a él. Mientras los demás huían despavoridos, él descendía por las escaleras, flotando más que caminando, hacia el corazón mecánico del barco. Rodeado de motores y tuberías, allí encontraba una extraña paz, desde donde trataba evitar el hundimiento. El caos reinante en la cubierta parecía lejano y ajeno. En aquel espacio confinado, la situación se diluía en una sensación de fatalismo apacible, pero todavía no estaba todo dicho.