Corrió hasta el final de la planicie. El cielo nublado lo esperaba, indiferente. Sin detenerse, saltó al vacío. Los brazos abiertos, el viento en el rostro y una certeza profunda: pronto dejaría su cuerpo. El cuerpo volvía a la tierra, su origen. El alma, liberada ascendía, su origen. No hubo dudas ni miedo. Sólo paz.