Me desesperaba ver como se alejaba el barco, hacia el mar azul sin olas, al que me debería haber embarcado. Permanecía angustiado y sin saber qué hacer, hasta que vi que en el muelle, un poco más allá, un barco más chico estaba por zarpar. Entonces salí corriendo, me subí a ese pequeño barco y le pedí al Capitán que por favor se acercara al barco grande. El accedió y no bien pude, salté al barco grande y me despedí del Capitán con un gesto de agradecimiento. Lo primero que me llamó la atención, en ese barco, fue un grupo de tres personas sentadas alrededor de una mesa, todas gordas, casi sin cuello, que estaban encastradas en sus sillones, exhibiendo sus inocultables panzas mientras dormían como escuerzos. En el otro salón, se encontraba el barman haciendo un show de malabarismo con sus botellas de alcohol. Lo más significativo sin dudas, fue la fiesta de la noche de abordo, que culminó con fuegos artificiales de colores blancos, rojos, azules y verdes, que subían hacia el ci