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Mostrando las entradas con la etiqueta enfermedad

La cuchillada

Despertar era siempre un acto contrario al sueño. Esta vez, con violencia.  Un cuchillo, clavado en el marco de la puerta, del dormitorio vecino, le daba una bienvenida hostil.  La escena que se desplegaba ante sus ojos era una alegoría, un caos inexplicable, personajes paralizados por el horror, y su hijo, su propia carne, convertido en un instrumento de destrucción. La víctima, era el hombre herido, con su mirada serena, encarnaba la aceptación de lo absurdo, con resignación. La herida, superficial, era una metáfora de las heridas invisibles anidadas en el alma de mi hijo. En el abrazo grupal con sus hijas, el protagonista encontraba un refugio precario.  Las lágrimas que caían por sus mejillas eran un lamento por un mundo que se desmoronaba, por una familia fracturada, por la imposibilidad de aceptar la enfermedad.

La muñeca de porcelana

Esperaba ansiosamente que su ex esposa volviera a la habitación, con su hija de pocos meses. Envuelta en una vieja bata, ella caminaba hacia él, mecía una muñeca de porcelana con una ternura casi mórbida. La luz crepuscular proyectaba sombras grotescas sobre sus rostros. La niña, su pequeña Soledad, había sido reemplazada por una muñeca de porcelana. La mujer, se acercaba con una sonrisa de lado a lado. Su locura, antes latente, se había manifestado en toda su crudeza, arrastrando a todos hacia el abismo. Él paralizado, pero luego su voz se ahogó en un nudo en la garganta.  Atrapado en un mundo donde la realidad se había desintegrado y la locura había tomado el control.  La muñeca, símbolo de la infancia perdida y de la maternidad alterada, era el centro de este universo distorsionado.

La infracción

Atravesaba la ciudad en un viejo automóvil, conduciendo de contramano por una avenida abarrotada.  La infracción, una vez cometida, lo perseguía como una sombra.  La infracción de tránsito fue el primer eslabón de una cadena de eventos absurdos.  Cada acción, desencadenaba una nueva y extraña situación.  Al llegar al club, su torpeza destruía una valiosa escultura, pero seguía adelante, como si nada hubiera ocurrido La destrucción de la escultura, no sólo era un acto de vandalismo, sino de imprudencia con consecuencias imprevistas. En el vestuario, la noticia de la denuncia lo esperaba como un presagio.  La huida, esta vez en un taxi destartalado, lo llevaba a una ciudad desconocida.  Sentado en el asiento exterior trasero de una cupé antigua, junto a un extraño, recordaba su niñez. La huida en el taxi lo alejaba de la realidad.  La ciudad de estilo colonial, con sus calles desiertas y sus casas antiguas, eran el perfecto escenario. Al llegar a la casa del chofer, un impulso inexplicab

Freud y Jung

La casa, un laberinto de espejos y cuadros, lo esperaba.  En su interior, los doctores Freud y Jung, figuras colosales de la psicología, lo aguardaban.  La esposa de Jung, una mujer de cálida belleza, dominaba la escena.  Su primera pregunta, impulsiva, resonó en el estudio.  "¿Ustedes están juntos porque separados no serían nadie?".  La risa irónica de Freud, lo contagió.  Jung, imperturbable, lo observaba desde las sombras.  Su siguiente pregunta, aún más atrevida, la gota que faltaba: "¿Tendría el valor de adoptar un hijo si no pudiera tener uno propio?".  Jung se levantó, su silueta desapareciendo en la penumbra.  Solo quedó la esposa, sus ojos fijos en él.  "No puede soportar que le hagan las mismas preguntas que él mismo ya se hizo".  El se sintió desnudo, expuesto.  Había traspasado una frontera invisible, había perturbado un orden precario.

Padre enfermo

Veía a mi padre a través del vidrio de la sala del hospital, como si fuera un animal enjaulado. Su enfermedad era sumamente contagiosa y estaba aislado, pero mantenía su habitual tranquilidad. Unos globos adiposos de color amarillo cubrían su piel.  Profundo malestar me producía verlo en ese estado y al mismo tiempo pensaba que la medicina había fracasado, porque la enfermedad se expandía con rapidez.  Entonces, me alejé un poco de todos, tratando de encontrar mi propio espacio para procesar mis emociones, me concentoré y con mis manos canalicé la energia universal en dirrección a mi padre. El chorro de energía que salia de mis manos destruía los globos amarillos de una parte de su cuerpo. Luego, extendía mi canalización hacia otras partes, hasta remover todos los globos amarillos. Cuando finalicé, sentí una sensación extraña, a mi alrededor todo se había desvanecido, no había personas, ni objetos, ni movimiento alguno, solo espacio vacío. No percibía mis sentimientos, como tampoco pod