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Solo imaginar

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En el inmenso hangar del portaaviones se acumulaban artefactos de poder letal impredecible, que al abrirse las compuertas laterales, serían lanzados en diferentes direcciones, con resultados insospechados. Sin embargo, para los inocentes turistas vestidos en shorts y sandalias que recorrían la nave, estas armas parecían juguetes inofensivos, sujetos de miradas curiosas e impúdicas fotografías. La contradicción entre la brutalidad latente y la ignorancia inocente resonaba en su interior, mientras se movía sumergido en la indiferencia de los demás. El banquete que se preparaba en otro sector de la nave, un festín en medio de tanta amenaza, reflejaba la insólita situación. Mientras caminaba, observaba cómo una joven turista levitaba mágicamente en el aire frente a un fondo rosa. El cuadro surrealista lo desconcertaba.  Era como si todo a su alrededor se deshiciera en símbolos: el portaaviones, los turistas, el banquete, el cuadro viviente, una alfombra ocre, donde ella se sentaba y un ca

El Instituto

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El Instituto de Mar del Plata se erigía como un edificio blanco, imponente y frío.  El, un extraño en ese mundo de batas blancas y terminología médica, se sentía cada vez más perdido.  La mujer, con su trenza negra y su vestimenta impoluta, parecía una figura de otro tiempo, una guía que lo conducía a la sala de reunión. Las palabras de los doctores, incomprensibles y repetitivas, resonaban en sus oídos como un zumbido constante.  Eran sonidos vacíos, carentes de significado, que lo sumergían en un estado de confusión y desorientación.  Decidió apartarse de la conversación y se retiró acompañado por el Director.

Vidas que se separan

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Mi tío Carlos, con sus ojos gris-verdosos y brillantes, estaba locuaz y alegre. Recordaba cómo había logrado comprar la quinta en Carlos Paz a un buen precio de los curas Salesianos. Con el tiempo, la quinta se había valorizado mucho, especialmente por su costa sobre el río San Antonio. Me alejé hacia donde estaba Carlos Ernesto, mi primo y amigo de la infancia, con quien había compartido una época llena de descubrimientos y aventuras. Sin embargo, en ese momento le aconsejé que acompañara a su padre, ya que era una persona mayor. Él se negó, y entonces seguimos caminando juntos en un edificio antiguo que había sido una fábrica, de techos altos y ambientes en penumbra. Se veían máquinas viejas, armarios destartalados y algunas personas que caminaban como autómatas, con paso firme. Queríamos encontrar la salida, pero como no podíamos preguntar, decidimos separarnos, cada uno por su cuenta. Caminé un rato hasta que tomé un micrófono y pregunté: ¿dónde está la salida? Mientras tanto, Carl

Misil nuclear

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En el galpón, había siete autos de carrera antiguos,  iguales, todos de color rojo, cubiertos por una lona. En el galpón, había siete autos de carrera antiguos, todos idénticos y de color rojo, cubiertos por una lona. El auto que yo debía conducir no estaba listo porque aún no se había instalado el misil atómico. De repente, la alarma de radiactividad comenzó a sonar estrepitosamente. Sin pensarlo, salí corriendo. ¿armas atómicas?

Tirano

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Para esperar la llegada del Presidente, tenía un papel con todas las instrucciones que debía seguir. Sabía que, cuando él llegara, no diría nada, ni siquiera saludaría, dado que todo ya estaba organizado, en ese lugar inaccesible. Cuando el perro ladró, lo saqué con su correa y lo llevé delante de la oficina del Presidente, que aún estaba vacía. Nos quedamos un rato en el jardín. Al regresar a la casa, me encontré que se estaban peleando el Guardia de traje negro y el Secretario del Presidente, en un cuarto lleno de teléfonos, consolas y pantallas de televisión. Los golpes de karate de pies y manos iban y venían, hasta que el Guardia asestó uno certero al Secretario, con tanta fuerza que lo tumbó, tal vez definitivamente. El Secretario había sido un halcón, encargado de ejecutar políticas implacables y deleznables de persecución de disidentes. ¿Presidente tirano?

La picana

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La "herramienta" constaba de una manija de plástico de la cual salía un grueso cable de  corriente eléctrica, que  terminaba con tres puntas metálicas, a modo de dedos.  Una mujer estaba parada sobre el borde del terreno, donde había un cerco de alambre de dos metros de alto, vistiendo  camisa, pantalón y un par de botas negro.  Ella tomaba6 la "herramienta" con unos guantes de goma y la esgrimía en forma amenazante.  La víctima, que se encontraba atada al alambrado, era un hombre de unos treinta y pico de años y tenía el torso desnudo.  Ella se le acercó, le apoyó los dedos metálicos en el plexo y luego apretó el botón que mandó una descarga eléctrica lo suficiente fuerte para alterar el equilibrio biológico del pobre hombre, que ni siquiera se podía retorcer.  Luego,  ella hacía una pausa, bajaba la "herramienta" y también la vista y esperaba que la desgraciada víctima se recuperara un poco, para repetir la operación.  Al lado de la  víctim

La mancha

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Eran pocos los invitados que asistían a la fiesta del palacio. Las grandes salas tenían enormes cuadros, que junto con los adornos renacentistas le daban al lugar un aire distinguido y protocolar. Éramos dos o tres los que vestíamos uniforme. En un salón había un grupo de personas sentadas en actitud de no querer ser escuchadas, entre quienes pude  reconocer a un ex amigo. Un mozo trajo una bandeja plateada con un plato de comida. Era una perdiz casi sin carne, con sus patas hacia arriba y retorcidas.  Me dio asco ver el estado de ese animal y sentí el dolor que pudo padecer a la hora de su muerte. Para despejar mi desagrado, tomé una copa de vino y al llevarla a la boca el vino se derramó sobre mi pecho.  Era espeso, de color negro y lentamente cubrió la tela blanca del uniforme. ¿Como se saca esta mancha?