Vidas que se separan

Mi tío Carlos, con sus ojos gris-verdosos y brillantes, estaba locuaz y alegre. Recordaba cómo había logrado comprar la quinta en Carlos Paz a un buen precio de los curas Salesianos. Con el tiempo, la quinta se había valorizado mucho, especialmente por su costa sobre el río San Antonio.

Me alejé hacia donde estaba Carlos Ernesto, mi primo y amigo de la infancia, con quien había compartido una época llena de descubrimientos y aventuras. Sin embargo, en ese momento le aconsejé que acompañara a su padre, ya que era una persona mayor.

Él se negó, y entonces seguimos caminando juntos en un edificio antiguo que había sido una fábrica, de techos altos y ambientes en penumbra. Se veían máquinas viejas, armarios destartalados y algunas personas que caminaban como autómatas, con paso firme.

Queríamos encontrar la salida, pero como no podíamos preguntar, decidimos separarnos, cada uno por su cuenta.

Caminé un rato hasta que tomé un micrófono y pregunté: ¿dónde está la salida? Mientras tanto, Carlos Ernesto había sido secuestrado; le habían puesto un mameluco blanco y lo habían metido en un carrito.

Yo no podía hacer nada y seguí buscando la salida.

¿caminos que se separan?

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Hola

Materia gris

Traición y derrota