Observó a su tío Carlos, cuyos ojos grises verdosos brillaban de alegría. Recordaba cómo había adquirido la quinta en Carlos Paz, un logro que parecía distante en su propia vida. A su lado, su primo Carlos Ernesto se negaba a acompañar a su padre, un acto de rebeldía que no pasaba desapercibido, en la vieja fábrica donde se encontraban.
Caminaban juntos, Carlos Ernesto y él, rodeados de máquinas y fantasmas humanos, que se movían como autómatas, cuando sintió una inquietud creciente. Necesitaba encontrar la salida para escapar de la incierta situación.
Entonces tomó un megáfono y preguntó: "¿Donde esta la salida? su voz resonó en el espacio y amplificó su soledad e impotencia.
Carlos Ernesto, había desaparecido, había sido secuestrado, metido en un mameluco blanco y llevado en un carrito.
Atrapado entre el deseo de ayudarlo y la incapacidad de actuar, continuó su propio camino hacia la salida, mientras su primo se había sumergido en las penumbras de la vieja fábrica.
Cuando recuperó su conciencia, comprendió que el escenario de su vida estaba compuesto por un oscuro laberinto, que el recorría incansablemente, buscando la salida, donde había luz.
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