Una ley de amor universal
































Estaba suspendido, en una quietud que al mismo tiempo era un movimiento continuo. 

Una energía luminosa, invisible, lo unía al otro cuerpo, atravesando su piel.

Los labios se habían sellado en un beso interminable, una fusión que había detenido el tiempo. 


Mientras giraban, flotando en el vacío, orbitaba el uno alrededor del otro, como si fueran astros gemelos.


Atados, no por la pasión, sino por una fuerza espiritual, vibraban sus almas al unísono.


La energía luminosa y la fuerza que los envolvían, provenían de algún lugar del universo, donde las reglas de la gravedad y del tiempo, eran reemplazadas por una ley de amor universal. 

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