ConducÃa un tren de pasajeros como si fuera un simple automóvil, maniobró entre la multitud con sorprendente calma. La tarea, complicada y peligrosa, la habÃa completado con éxito.
Luego, en un edificio cercano, lleno de rostros anónimos, se encontró con una joven que lo miraba con una sonrisa cálida.
La conversación, breve y sin importancia, lo transportó a otro mundo, lejos de la realidad de los rieles y los trenes.
La conversación terminó amablemente.
Ella siguió su camino.
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