Sabía que no estaba sólo.






















Galopaba sobre un caballo negro azabache, en la calle principal del pueblo, el aire pesado acariciaba su rostro.

Su misión, luchar contra la delincuencia, la adrenalina inundaba sus venas. 

Los jinetes, personajes siniestros que venían a su encuentro, eran un obstáculo más en su camino. 

El enfrentamiento, de fuerzas desproporcionadas, fue brutal.

El salió indemne, fortalecido por una energía extra humana, que lo envolvía.

La victoria, le trajo paz y reafirmó la confianza en sí mismo.

Sabía que no estaba solo y que seguiría luchando.

Publicar un comentario

0 Comentarios