Persiguiendo al tirano


Desde la ventana, una figura imponente me observaba. Era un tirano, un ser que irradiaba poder que intimida. Su mirada, dos faros en la oscuridad, me helaba la sangre.

Intenté ocultarme, pero era tarde. Ya me había marcado como presa.

Un vehículo, desafiando las leyes de la física, ascendía por la pared del edificio. Eran sus perseguidores y mis salvadores. El tirano, al sentir el aliento de la persecución, se lanzó hacia la montaña. Sin dudarlo, corrí tras él.

La carrera era frenética. El viento azotaba mi rostro y mis pulmones ardían. Pero la adrenalina me impulsaba hacia adelante. Al fin, lo alcancé. Con un movimiento rápido, lo atrapé. Mi mano se cerró sobre él.

Cuando abrí la mano vi con asombro un ser diminuto y frágil. 

Encerrado en la palma de mi mano, el tirano era ahora un ser insignificante.


 

¿Colapso de un tirano?

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