El circo romano vibraba bajo el rugido de la multitud, que aclamaba al César, cuya figura dominaba la escena. La energÃa colectiva lo envolvÃa y él, cercano al César, levantó su espada y al mismo tiempo gritó, con todas sus fuerzas: "Hasta la victoria".
Montó en el carro junto al César, los caballos blancos, como celestiales corceles, corrÃan en búsqueda del oscuro enemigo, que se acercaba en el otro carro. Cuando se produjo el encuentro, hundió su ondulada espada de luz azul, en el cuerpo del Jefe adversario.
La multitud enardecida, celebraba la victoria. Se bajó del carro y observó el resplandor de su espada, sin vestigios de sangre alguna. La clavó en la tierra, marcando el territorio conquistado.
El enemigo habÃa caÃdo, la batalla contra el mal habÃa finalizado.
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