La mar estaba serena, el vaivén del agua lo acunaba en una tranquilidad interna.
A su lado, un marinero, lo interrumpió con voz grave: "Usted tiene que tener un ropero."
La frase, que sonaba más a mandato que a sugerencia, lo sacudió. No por el contenido, sino porque no la terminaba de entender.
Confundido, respondió con otra pregunta: ¿Tiene usted hijos?, como si esa fuera la clave para desentrañar la cuestión.
Pero la respuesta del marinero, corta y seca, solo añadió más peso a la confusión que lo rodeaba: "No" contestó.
Entonces,agradeció su consejo de manera automática y se aferró a su pequeña verdad, dijo: "con una percha me basta".
El, no necesitaba más espacio del que ya tenÃa. PreferÃa andar liviano por el mundo en un equilibrio precario pero más que suficiente para el.
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