Freud y Jung











La casa, un laberinto de espejos y cuadros, lo esperaba. 

En su interior, los doctores Freud y Jung, figuras colosales de la psicología, lo aguardaban. 

La esposa de Jung, una mujer de cálida belleza, dominaba la escena. 

Su primera pregunta, impulsiva, resonó en el estudio. 

"¿Ustedes están juntos porque separados no serían nadie?". 

La risa irónica de Freud, lo contagió. 

Jung, imperturbable, lo observaba desde las sombras. 

Su siguiente pregunta, aún más atrevida, la gota que faltaba:

"¿Tendría el valor de adoptar un hijo si no pudiera tener uno propio?". 

Jung se levantó, su silueta desapareciendo en la penumbra. 

Solo quedó la esposa, sus ojos fijos en él. 

"No puede soportar que le hagan las mismas preguntas que él mismo ya se hizo". 

El se sintió desnudo, expuesto. 

Había traspasado una frontera invisible, había perturbado un orden precario.

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