Gigante




El cirujano se inclinó sobre mí. Con un gesto monótono, preguntó:  –¿Tajo largo o corto? –

Era una pregunta que no podía contestar. Sabía que no importaba la longitud del tajo, sino lo que vendría después. 

–Elija usted–  murmuré, sintiendo que cualquier respuesta carecía de sentido, ya todo estaba decidido.

Mientras mi inquietud crecía, sacó de algún lugar dos prótesis cónicas blancas y dijo:  – Las pondré en sus hombros – 

Era como si hablara de algo irrelevante, cuando la operación tenía la gravedad de lo irreversible. Dijo entonces: – La cirugía se basa en modelos – y preguntó  – Cuál es el suyo –

Susurré  – Orión–  En ese instante supe que había cruzado una línea invisible, del que no podría volver. No entendía por qué había pronunciado ese nombre, pero sentí que la transformación trascendía lo físico. El riesgo era palpable, pero no podía moverme.   

El quirófano se tornó inmenso, desproporcionado, algo gigantesco me aguardaba



¿gigante en el cielo?

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