Algo gigante lo esperaba















El cirujano se inclinó sobre él, con indudable decisión. La pregunta, tan sencilla, resonó en el quirófano: “tajo largo o corto?”. Sabía que no importaba el corte, sino el abismo que se abriría después. Asintió con un escueto “elija usted”, indicando que se entregaba a lo que ocurriera. Entonces, el cirujano mostró dos prótesis cónicas, blancas y dijo: “las pondré en sus hombros”. “la cirugía se basa en modelos,” continuó, y preguntó con voz firme: “¿cuál prefiere usted?”


Él respondió: “Orión”, sin saber por qué. Al pronunciar ese nombre, cruzó una línea invisible, donde sería desterrado de su actual existencia. La operación ya no era física, sino metafísica; el verdadero corte se daba en su identidad, era una transición hacia algo que aún no comprendía, hacia un territorio desconocido, del que no habría retorno. La sala, que hasta entonces había sido pequeña, se expandía a su alrededor. Algo gigante lo esperaba.

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