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Mostrando las entradas de septiembre, 2016

El hombre arbol

Caminaba erguido, pero cargaba un bosque a cuestas.  Ramas ásperas brotaban de su espalda, enredándose en sus movimientos.  La naturaleza, antes compañera, se había convertido en una carga opresiva.  Buscó auxilio en un extraño, un gesto casi infantil de quien se aferra a una única esperanza. El alivio fue fugaz. Las ramas, símbolo de la naturaleza indomable, volvieron a brotar, más tenaces que antes.  El extraño, nuevamente, con paciencia y destreza, las arrancó una a una, pero la semilla de la vegetación seguía latente en su carne.  Liberado, el hombre sintió una sensación de libertad, pero la sombra de la duda lo perseguía: ¿Volverían a crecer?

Violencia corporativa

El sonido de la multitud lo perseguía como una jauría.  La ciudad, antes un laberinto pacífico, se había transformado en un escenario de caos.  Las calles, otrora silenciosas, resonaban al clamor de una masa enfurecida.  Huyendo de la ola humana, se vio obligado a tomar una decisión arbitraria: izquierda o derecha. A salvo de la turba, se encontró con otro tipo de amenaza: la soledad.  El trapito, con su mirada insistente, lo confrontaba con otra realidad.  En ese encuentro fortuito, el protagonista percibió la ironía de la situación: mientras la multitud rugía corporativamente sus demandas, el individuo solitario, imploraba y mendigaba sólo unas monedas, sin causarle temor alguno.