Un bosque a cuestas

Caminaba erguido, pero cargaba un bosque a cuestas.  Ramas ásperas brotaban de su espalda, enredándose en sus movimientos. La naturaleza se había convertido en una carga opresiva. 

Buscó auxilio en un extraño, un gesto casi infantil de quien se aferra a una única esperanza. El alivio fue fugaz. Las ramas volvieron a brotar, más tenaces que antes. 

El extraño, nuevamente, con paciencia y destreza, las arrancó una a una, pero la semilla seguía latente en su carne. 

Libre, se sintió libre, pero se preguntaba: ¿Volverían a crecer?




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