El sonido de la multitud lo perseguía como una jauría humana. La ciudad, antes un laberinto pacífico, se había transformado en un escenario de caos. Las calles, en un tiempo silenciosas, resonaban al clamor de una masa enfurecida. Huía de la ola desenfrenada, tomó la salida de la derecha. A salvo de la turba, se encontró con un "trapito", dueño único de la calle. Entonces, comparó la multitud que rugía por sus demandas, con el trapito, que sólo pedía unas monedas.
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