Se lanzó al vacÃo, no por un impulso suicida, sino por una necesidad visceral de trascender su propia materialidad.
El acantilado, lÃmite entre lo conocido y lo desconocido, se convirtió en un portal hacia el nuevo estado de su ser.
El viento, lo envolvÃa en un abrazo cósmico, llevándolo más allá de las fronteras de la realidad.
La caÃda, lejos de ser una amenaza, era una liberación.
Su cuerpo, se desprendÃa de él como una cáscara vacÃa.
El vuelo del alma, era su renacimiento.
La alegrÃa que lo inundaba, era la libertad que sentÃa.
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