El arquitecto, rendido ante la jugosa propuesta de una empresa, se vio inmerso en la tarea de diseñar un espacio de recreo para los empleados de una industria. La cancha de pádel, un oasis artificial en un desierto de hormigón y vidrio, debÃa ser un espejismo de alegrÃa, para almas fatigadas por la rutina. Pero a medida que trazaba lÃneas y calculaba ángulos, una sombra se proyectó sobre sus planos. Los lujosos salones de los gerentes, eran testigos mudos de la dispendiosa vida que ellos tenÃan. En cambio, él anhelaba la libertad, ante todo, como las nubes que se mueven en las alturas.
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