El abogado, con su sonrisa burlona, deshilachó la frágil trama de su vida.
La austeridad, antes escudo, se convirtió en blanco de su escarnio.
Nerviosamente él tiró de los hilos de su viejo abrigo, dejando al descubierto su vulnerabilidad.
La invitación a la casa del abogado fue una trampa, un descenso a un infierno de miradas hostiles y burlas agresivas.
El saco deshecho, lo convertía en un extraño en su propio mundo.
La huida en el ascensor-grúa fue un intento desesperado de escapar de la persecución, pero también una metáfora de su existencia, precaria y suspendida en el vacío.
El viento azotaba la grua, símbolo de las fuerzas externas que lo arrastraban sin rumbo.
La caída, aunque evitó la captura, no lo liberó de la sensación de estar atrapado sin salida.
Recién, refugiado en la habitación de hotel tuvo una ilusión de seguridad.
La proximidad de los suyos, le brindó un respiro en su vida.
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