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Mostrando las entradas de mayo, 2006

Amistad circunstancial

En el inmenso hangar del portaaviones se acumulaban misiles, cañones y otros artefactos con un poder letal impredecible. Sabía que cuando se abrieran las compuertas laterales, estas armas podrían ser lanzadas en diferentes direcciones, provocando resultados catastróficos. Sin embargo, para los inocentes turistas vestidos con shorts y sandalias que recorrían el portaaviones, estas armas parecían simples juguetes inofensivos, merecedores de miradas curiosas y de impúdicas fotografías. En la cocina del portaaviones, se preparaban exquisitas comidas para una gala que tendría lugar en el salón principal, donde los invitados ya esperaban al Intendente y al Delegado Sindical. Como yo no estaba invitado, me alejé por un camino que zigzagueaba entre plantas, donde una pareja de jóvenes turistas también caminaba. Compartimos el sendero y, mientras hablaba con la chica, el joven se distanció hasta perderse de vista. Nos detuvimos frente a una pared pintada de rosa, y entonces, como por arte de

Visita al Instituto

Llegué al Instituto de Mar del Plata, acompañado por una mujer joven, vestida de blanco, que usaba una prolija trenza de color negro azabache.  E n la puerta nos esperaba un grupo de doctores a quienes saludamos.   Ella tomó la palabra y se dirigía en forma categórica;  conversaban, sin parar, sobre cuestiones profesionales que a mí no me interesaban.  Por eso, me retiré y el Director me acompañó hasta la puerta . ¿sapo de otro pozo?

Vidas que se separan

Mi tío Carlos, con sus ojos gris-verdosos y brillantes, estaba locuaz y alegre. Recordaba cómo había logrado comprar la quinta en Carlos Paz a un buen precio de los curas Salesianos. Con el tiempo, la quinta se había valorizado mucho, especialmente por su costa sobre el río San Antonio. Me alejé hacia donde estaba Carlos Ernesto, mi primo y amigo de la infancia, con quien había compartido una época llena de descubrimientos y aventuras. Sin embargo, en ese momento le aconsejé que acompañara a su padre, ya que era una persona mayor. Él se negó, y entonces seguimos caminando juntos en un edificio antiguo que había sido una fábrica, de techos altos y ambientes en penumbra. Se veían máquinas viejas, armarios destartalados y algunas personas que caminaban como autómatas, con paso firme. Queríamos encontrar la salida, pero como no podíamos preguntar, decidimos separarnos, cada uno por su cuenta. Caminé un rato hasta que tomé un micrófono y pregunté: ¿dónde está la salida? Mientras tanto, Carl

Misil nuclear

En el galpón, había siete autos de carrera antiguos,  iguales, todos de color rojo, cubiertos por una lona. En el galpón, había siete autos de carrera antiguos, todos idénticos y de color rojo, cubiertos por una lona. El auto que yo debía conducir no estaba listo porque aún no se había instalado el misil atómico. De repente, la alarma de radiactividad comenzó a sonar estrepitosamente. Sin pensarlo, salí corriendo. ¿armas atómicas?

Tirano

Para esperar la llegada del Presidente, tenía un papel con todas las instrucciones que debía seguir. Sabía que, cuando él llegara, no diría nada, ni siquiera saludaría, dado que todo ya estaba organizado, en ese lugar inaccesible. Cuando el perro ladró, lo saqué con su correa y lo llevé delante de la oficina del Presidente, que aún estaba vacía. Nos quedamos un rato en el jardín. Al regresar a la casa, me encontré que se estaban peleando el Guardia de traje negro y el Secretario del Presidente, en un cuarto lleno de teléfonos, consolas y pantallas de televisión. Los golpes de karate de pies y manos iban y venían, hasta que el Guardia asestó uno certero al Secretario, con tanta fuerza que lo tumbó, tal vez definitivamente. El Secretario había sido un halcón, encargado de ejecutar políticas implacables y deleznables de persecución de disidentes. ¿Presidente tirano?