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Mostrando las entradas de junio, 2006

Rehen

El edificio, un colosal rulero que desafía la gravedad, me atrapa en su vértigo. Subo por escaleras infinitas, cada escalón con mayor ansiedad. El viento ulula, el edificio oscila, transformándose en un monstruo que amenaza con devorarme. Retrocedo, huyo, a la ciudad, me refugio y me ofrece un breve respiro. Un tranvía, una isla flotante, me aleja del caos. Pero la calma es engañosa. Siento pasos, una sombra que se alarga y me acecha. Escondido en un garaje, soy presa fácil. La voz ronca de mi captor rompe el silencio: "No te muevas". La amenaza no es sólo física, sino existencial. El taxi que pasa ignora mis gritos de auxilio.  Me obligan a caminar, a someterme a un ritual degradante. La dialéctica, mi única arma, se desvanece ante la brutalidad de aquel instante.  La ciudad, testigo mudo, se convierte en cómplice de mi humillación. ¿Miedo a la violencia?

Momento feliz

Estaba a punto de comenzar un largo viaje en tren, que me llevaría al aeropuerto. Vestía ropa blanca y me encontraba parado junto a la puerta del vagón. Sin embargo, por alguna razón, cuando el tren empezó a moverse, decidí bajarme. Caminé y llegué a un lugar con casas de techos altos, donde me crucé con tres operarios. Les pregunté qué hacían allí, y uno de ellos, con una sonrisa cómplice, me respondió: "Vas a encontrar a alguien arriba". Lleno de curiosidad, subí corriendo hasta un dormitorio, donde encontré a una mujer cubierta con un acolchado. Lo aparté, y al ver su hermoso cuerpo, acaricié su cabello negro con sumo placer. Sentí una oleada de calor recorriendo todo mi cuerpo y un intenso sentimiento de amor indescriptible. Un momento de felicidad. ¿Felicidad amorosa?

Asesinato

Nico era el dueño de una de las empresas para las que trabajaba y el tenía miedo del invierno que se aproximaba.  En la empresa había gente que no conocía. Una mujer mayor se acercó y me pidió que hiciera un programa para una gestión administrativa. Luego, colocaba un accesorio externo a una computadora, cuando llegó Alejandra con otras personas y después de saludarlas me retiré. Llegué a un parque con árboles frondosos y césped verde, donde estaba mi padre. A la distancia veía mi Renault 11 de color azul, con los vidrios rotos y la tapa del baúl abierta. Había ocurrido un robo y cuando me acerqué vi una pickup negra que aceleraba en mi dirección. Mi padre venía en mi auxilio para interceptar la Pickup negra la que afortunadamente paró. De la Pickup negra bajó un hombre de unos treinta y pico años, de pelo negro y corto que vestía un jean y una camisa multicolor. Le dije:   "te compro los repuestos para mi auto" . Me respondió:  "ya están vendidos" . In

Fuegos artificiales

Me desesperaba ver como se alejaba el barco, hacia el mar azul sin olas,  al que me debería haber embarcado.  Permanecía angustiado y sin saber qué hacer, hasta que vi que en el muelle, un poco más allá, un barco más chico estaba por zarpar. Entonces salí corriendo, me subí a ese pequeño barco y le pedí al Capitán que por favor se acercara al barco grande.  El accedió y no bien pude, salté al barco grande y me despedí del   Capitán con un gesto de agradecimiento. Lo primero que me llamó la atención, en ese barco, fue un grupo de tres personas sentadas alrededor de una mesa, todas gordas, casi sin cuello, que estaban encastradas en sus sillones, exhibiendo sus inocultables panzas mientras dormían como escuerzos. En el otro salón, se encontraba el barman haciendo un show de malabarismo con sus botellas de alcohol. Lo más significativo sin dudas, fue la fiesta de la noche de abordo, que culminó con fuegos artificiales de colores blancos, rojos, azules y verdes, que subían hacia el ci