La sala de reuniones parecía un escenario adecuado, donde la comisión inspectora actuaba con perfección. Él estaba allí, convocado por su experiencia. Le pedían opinión de vez en cuando, no tanto para valorarla, sino para confirmar que seguía presente. Mientras tanto, alguien repartía algunos objetos. como: tarjetas, souvenirs y piedras.
La conversación avanzaba, sin dirección alguna. Un experto mencionó millones de documentos, todos almacenados, pero imposibles de ver, y la forma correcta de acceder a ellos se convirtió en el eje de la discusión. No había manera de seguir el rastro entre tantas palabras.
La reunión terminó, no con una conclusión, sino con una disolución silenciosa. Todos se levantaron. Afuera, buscó al experto, aquel que le daría respuestas esperadas. Pero no encontro a nadie y se quedó sin respuestas.
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