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Hola

En el domo de cristal

En el Domo de Cristal, él se aferraba al frio metal, cada travesaño de la escala de gato, marcaba sus palmas. Detrás de él las voces del grupo se desvanecían en el vacío. La escala de gato pendía de la pared de cristal, un espejo que devolvía su propia insignificancia y que se extendía hacia el cielo artificial, de una bóveda celeste irreal cual horizonte inalcanzable.  Con cada peldaño conquistado, la sensación de vértigo se agudizaba, pero la obsesión por alcanzar la cima se imponía.  El esfuerzo titánico, el riesgo asumido, se vieron truncados por un obstáculo inesperado. No podía ascender más.  Un hilo de esperanza, la delgada soga que lo unía a la realidad, se soltó de su extremo y se perdió en el piso.  La escala, su única compañía, lo dejó suspendido en el vacío, perdido en el Domo de Cristal.  La meta, aunque inalcanzable, había sido su razón de ser. Ahora, solo quedaba el eco de su propio fracaso.
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Liberacion

Corrió hasta el final de la planicie. El cielo nublado lo esperaba, indiferente. Sin detenerse, saltó al vacío. Los brazos abiertos, el viento en el rostro y una certeza profunda: pronto dejaría su cuerpo. El cuerpo volvía a la tierra, su origen. El alma, liberada ascendía, su origen. No hubo dudas ni miedo. Sólo paz.

El Ascenso

Pendía de un hilo, literalmente. Una cuerda deshilachada lo sostenía a él y a otros cuatro, en un vacío que se extendía hasta el infinito. Debajo, el abismo oscuro los reclamaba. Ascendió, lento, con angustia, cada centímetro una victoria contra la gravedad y la desesperanza. La cuerda cedió. Cayó, pero otra lo sostuvo. Siguió subiendo, arrastrándose por una línea que lo conducía hacia la salvación. Al fin, la cima.  Allí, un joven, lo ayudó. Con un gesto seguro, lo extrajo del vacío.  Los demás lo siguieron. Al mirar hacia abajo, el abismo se había desvanecido. 

La camioneta

Se acercó al edificio con la misión de guardar los carteles de la calle.  Al llegar, la camioneta negra bloqueaba la entrada. Intentó ignorarla, pero el vehículo se deslizó hacia adelante, como una criatura con voluntad propia. Incapaz de entender lo que ocurría, decidió subirse y retrocederla.  Dentro, el espacio atiborrado de bolsas de compras, el aire era asfixiante.  Terminaba de mover la camioneta,  cuando abría una puerta, una persona inesperada: la expresidenta.  Su presencia, aunque cordial, lo llenó de angustia.  Ella preguntó, él respondió lo que había hecho y  ella lo invitó a que desayunar juntos.  Pero la atmósfera opresiva, la inquietante calma, la angustia que sentía le impedían aceptar.  "Voy a buscar los carteles", dijo, sabiendo que ya no había carteles que buscar.

Materia gris

Lo sostenía entre sus manos, una masa blanquecina y palpitante. Antenas diminutas se agitaban en su superficie, buscando algo. Era su propio cerebro, extraído, tangible. Al presionar ciertos puntos, un líquido espeso brotaba, la mente misma estaba supurando.

La casa de ella

En un instante especial, el se encontraba en la casa de ella, rodeado de un silencio que pesaba como plomo.  La figura oscura, un amigo de ella, lo observaba como si fuera un arbitro de su propia vida.  La tensión se acumulaba en su pecho, un dolor punzante lo ataba a un destino incierto.  En la mesa, las esculturas de madera, rojas y verdes, parecían burlarse, pero contuvo su deseo destructivo. Al salir, la fría brisa del exterior le recordó la libertad, pero en su interior dominaba la angustia.  Ella se alejaba, su figura se desvanecía como un sueño al despertar.  La separación se tornó en un grito mudo, el deseo de romper las cadenas invisibles que lo mantenían cautivo en un mundo absurdo.  Sin poder articular sus pensamientos, se quedó parado, como espectro en su propia existencia, enfrentando la realidad de su soledad.

El Sudario blanco

Ella, envuelta en un sudario blanco y antifaz negro, anunciaba su partida a una reunión.  El niño nuestro, que yo llevaba en brazos, pequeño y frágil, era testigo de la escena.  La cancelación de la reunión fue rechazada. La negativa se transformó en una sentencia irrevocable: "separación".  Cada uno en su casa. El hogar, antes refugio, ahora campo de batalla donde circulaban palabras como cuchillos.